El duelo de las ideas

Las etapas del duelo que describe la especialista Elizabeth Kübler-Ross, han sido también aplicadas a otras áreas del pensamiento humano. En un principio, sólo fueron tomadas en cuenta para cuestión de pérdidas humanas en personas con vínculos afectivos fuertes o en la pérdida de objetos cuyo valor genera una fuerte sensación de desamparo o que coloca al individuo fuera de su “zona de confort” de “seguridad”; pero en la última década, el Dr. Víctor Goldsmith, investigador de la facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, ha encontrado un patrón muy similar también en cuestiones ideológicas, creencias y conceptos de las personas; de tal manera que, después de varias intervenciones directas con pacientes tratados con terapia de urgencia (terapia breve) o terapia incisiva (terapia directiva), se encontró que estas personas, al tener que verse confrontadas con la realidad en el origen de su conflicto, experimentaban etapas muy similares a las descritas por Kübler-Ross en cuanto a la pérdida de la seguridad por apoyarse extrínsecamente, ya que tanto las creencias como las ideas, por tener un origen exclusivamente educacional, dan la sensación al individuo, de estar en esa zona de confort descrita por Goldsmith en su informe. (Rev. inf. U.B.A. 1985)

Es decir, cuando se da una información nueva al paciente durante el proceso terapéutico y lo coloca en conflicto con su propia idiosincrasia; o la información recibida no cumple con las expectativas generadas por él mismo, la sensación de pérdida de la zona de confort se manifiesta de igual manera como lo haría con la pérdida humana, la pérdida de una relación afectiva o la de objetos y bienes valiosos.

Por ejemplo, si una pareja asiste a terapia por una situación de infidelidad, una de las partes será considerada por la otra como el “agresor”, y en contraparte, la primera se situará en el papel del “agredido” (victimización). Ahora bien, si tomamos en cuenta que una vez que se analiza la información vertida por ambos miembros de la pareja, (de forma directa o indirecta), las dos partes poseen cierta corresponsabilidad en el origen del conflicto; el agresor por encontrarse directamente ya situado en esa misma situación de agresión, no opondrá resistencia a dicho planteamiento, ya que de antemano sabe que por sus acciones, intrínsecamente puede ser considerado como “origen” del conflicto. Sin embargo, al plantearse que para que exista un conflicto deben forzosamente existir dos fuerzas encontradas y opuestas, por ende la parte agredida puede tener un importante porcentaje de responsabilidad en dicho conflicto, experimentará la sensación de haber salido de su zona de confort y esta idea resultará completamente absurda, puesto que el o ella es la persona “ofendida” y en ese momento el aceptar la corresponsabilidad no aliviará dicha ofensa. Ésta entonces, se verá ahogada en un “mar de confusión” ya que pensará que: ¿Cómo puede ser posible que alguien pueda “atreverse” a decir que aparte de ser agredida, simultáneamente también, es parte u origen de dicho problema? Es entonces cuando sobrevienen las etapas descritas por Kubler-Ross, pero aplicadas a las creencias, sentimientos o ideas.

Primero la NEGACIÓN: “no puede ser”, “debe estar equivocado”, “está mal este tipo”, “mi pareja debe tener un acuerdo en contra mía”, “no sabe nada”, “pediré una segunda opinión” etc. Son algunos de los pensamientos que aparecen en el agredido cuando se enfrenta a la posibilidad de tener responsabilidad en el conflicto.

Consecutivamente aparece la NEGOCIACIÓN. Aquí, si bien no se trata de una pérdida irremediable como en el caso de una muerte, porque cuando una pareja asiste a terapia, regularmente siente que puede haber esperanza de salvación vincular, (por lo menos de una de las partes); entonces, no se da la opción de “negociar” con alguna entidad divina, sino que en esta etapa, el paciente ofendido, pretende buscar una salida con alguna información que desmienta la primera, desmesuradamente tratará de encontrar, información u opiniones contrarias para sentir alivio e intentar regresar a su zona de confort: “¿Verdad que esto está mal?” “¿Cómo ves lo que me dijo este doctorcito?” “¿Verdad que las cosas no son así?” “¿Qué crees que me dijo el psicólogo? etc. Encontramos que el ofendido buscará a toda costa liberarse de su responsabilidad, tratando de culpar a la fuente de la información o desacreditarla; o bien buscar otras fuentes de responsabilidad, pero siempre culpando a otros.

Si el paciente logra encontrar una opinión en contrario o alguna información, por minúscula que sea, que le permita no ver afectado su estado de “inocencia”,  retornará al estado de confort, pero será entonces cuestión de tiempo para que la realidad haga brotar los efectos de su deliberada ignorancia y entonces caiga en la etapa de DEPRESIÓN.

Es en esta fase cuando el paciente retoma la terapia o presenta una actitud menos agresiva hacia el terapista, pero sólo si lo observa de manera INTEGRADA, ya que cuando acepta esto de forma DESINTEGRADA, hace su aparición la etapa de IRA, ya sea en contra del especialista, de sí mismo, del que considera fuente del conflicto (la pareja agresora) o hacia cualquier otro punto (pueden ser los hijos en su caso). Si el paciente no supera esta crisis ideológica y por diversas razones no se permite entrar en conflicto para encontrar una solución al origen de la consulta y permanece aferrado a su estado de confort, es decir la fase del luto desintegrado; esta persona puede permanecer ahí por largos periodos de tiempo, incluso por toda la vida. Pero si el individuo logra afrontar el luto de manera integrada, entonces puede comenzar con la etapa de la ACEPTACIÓN.

“Cuando una idea contraria a nuestras propias convicciones nos coloca fuera de nuestra zona de confort, por mero mecanismo de defensa lo rechazamos involuntariamente. Por reflejo, buscamos desmentir, desacreditar o contrapolar esta información con la esperanza de que la fuente de la información esté equivocada o no tenga enteramente la razón, ya que de lo contrario tendríamos que hacernos responsables de la parte que nos corresponde y no hemos sido educados para aceptar responsabilidades y menos cuando se trata de aceptar que podemos ser parte del mismo problema que nos aqueja”

H. Harrell, 1999

Esta situación se presenta también muy a menudo en estudiantes de Psicología o carreras afines, cuyo perfil no fue elegido adecuadamente o la preparación resulta deficiente en este sentido. Muchos estudiantes presentan este fenómeno por carecer de elementos que les permitan apoyarse en experiencias directas, o no han podido vivir una terapia personal que les permita liberar todos aquellos aspectos de su criterio que fueron impuestos y carecen de valor o aplicación en la realidad actual.

Cuando un concepto o teoría, representa para el alumno moverse o abandonar su zona de confort y al mismo tiempo lo confronta con ideas que generan cierta ansiedad, este buscará a toda costa, la manera de desacreditar la información o la experiencia, a través de las opiniones de otras personas, estos pueden ser otros maestros, directores o personas cuyos conocimientos pudieran parecer en contra de los vertidos en un principio. Esto se presenta generalmente en teorías que involucran emociones y sentimientos, ya que por lo general, estos conocimientos o experiencias se contraponen a la educación tradicional que consiste en omitir al punto máximo el contacto con la realidad, y por tratarse de creencias muy arraigadas, como en el caso de las religiones o dioses; o de ideas muy tradicionales como en el caso de la sexualidad o las relaciones interpersonales; resulta muy difícil para el alumno aceptar de manera integradora y voluntaria el nuevo conocimiento, y es posible que permanezca por mucho tiempo en estado de crisis, hasta que experimente la aplicación en la realidad de dichos conocimientos, él mismo se vea dentro de un proceso terapéutico adecuado o tome la decisión de cambiar de ejercicio profesional.

Artículo publicado por el Lic. Hugo Harrell y la Lic. Lizbeth Escárcega, de la Facultad de Psicología de la UNAM, en la Revista Mensual “Psicología Hoy” No. 327 (Págs. 23-26, 1997) editada en los talleres de impresión de la misma Facultad en México, D.F. Se autoriza la reproducción de este artículo sólo para fines académicos y citando textual a los autores y sus nombres.