La Navidad ante la pérdida de un ser querido.

Enciendo una hermosa vela en mi escritorio para inspirarme y poder transmitir en palabras lo que sólo el corazón sanado es capaz de insuflar en el corazón roto, tras pedirme mi amiga Alma un artículo sobre navidad y duelo.
Ningún duelo tiene comparación, así cómo ninguna Navidad se puede comparar con las pasadas en vida de nuestros ángeles del azul.
Ante la pregunta de, ¿Cómo podemos pasar mejor este duro trance navideño? No hay una sola respuesta, ya que dependiendo del tiempo transcurrido y de la estructura de nuestra psique, hay infinitas formas de expresar y vivir el dolor.
Las emociones, están en la naturaleza humana para llevarnos a la acción. Toda emoción al pasar por nuestras mentes de manera repetitiva, terminan por producirnos los sentimientos y depende las circunstancias positivas o negativas de cómo interpretamos esas emociones, nos producirán más rechazo o aceptación, demostrándonos cuan condicionados vivimos por nuestro aprendizaje cotidiano.
¿Para qué hablar de todo esto? Simple. En el duelo seguimos los patrones que hemos aprendido de nuestros familiares, de la sociedad, de la religión y en última instancia depende de nosotros mismo el transformar todo esto para poder seguir adelante, dejando el sufrimiento innecesario, para renacer a la vida con la fuerza que el recuerdo sano trae al momento presente.
Todos sabemos las fases del duelo, ya sea por búsqueda propia o por guía ajena, pero este orden de sanación, no acelera la sanación de un día para otro, sino que la clarifica y reconduce.
La sanación depende de nuestra propia responsabilidad por salir adelante, por nuestra propia capacidad de fluir en armonía con nuestro ser interno, con la esencia que pone orden en lo físico, mental y espiritual, que cayó en el caos después de la perdida.
La Navidad es un acontecimiento de doble filo, por una parte nos impele hacia el compartir y disfrutar entre los vivos, y por otra, a llorar y a extrañar a los que pasaron a un plano superior.
Dicen que la virtud está en el término medio y así debe ser. Sólo el Amor logra unir ambos extremos. Sólo el Amor logra elevar nuestra tasa vibratoria para comulgar con nuestros seres queridos y sacar fuerzas para que nuestras sonrisas, dejen atrás la culpabilidad que impone el duelo y sirvan para enjugar lágrimas de agradecimiento por el tiempo vivido y el Amor compartido, que ahora se multiplica entre todos los que lo necesitan.
En cada abrazo, en cada mirada llena de amor por el necesitado, en cada suspiro por los que sufren, está la llama de nuestro ser transcendido que nos impulsa a sacar lo mejor de lo recibido en vida, para que su memoria y nuestra conexión espiritual, nos llenen también en Navidad, del mayor lazo que jamás el hombre pudo soñar para transmutar el dolor; el Amor incondicional a la vida y al servicio a los demás, empezando siempre por los más cercanos y llegando allí donde la providencia divina nos guie.
Así es la Navidad, un momento de recordar, de volver a pasar por el corazón nuestro amor por los que nos observan con su más dulce sonrisa detrás del cristal de la copa del brindis eterno. No tengamos reparo en brindar por ellos en Navidad, son parte integrante de nosotros, de toda la familia y aunque como humanos, lágrimas surquen nuestro ser al alzar la copa, veamos con cada lágrima de pureza derramada, un paso adelante en el desahogo del Alma, en la liberación del dolor y en la unión sincera con la esencia que a todos nos une.
La Navidad es el tiempo de celebrar la llegada del Mesías, la llegada de la Luz, el triunfo de la Luz contra la Oscuridad. Cojamos su verdadero sentido místico, para así armonizarnos con la hermosa energía que inunda la tierra, para que nos ayude al nacimiento de nuestra Alma reforzada por vínculos que el tiempo y el espacio nunca separaran.
La oscuridad normal y necesaria de las primeras etapas del duelo, dará paso a la Luz nacida de la transformación voluntaria, de la toma de consciencia individual, del Amor compartido con los demás, que es fiel reflejo del Amor por nuestros seres queridos del Azul.
Todo esto no son meras palabras bonitas, son la experiencia de miles de personas que en Navidad han logrado elevar sus copas hacia lo alto y brindar con todos, todos, los seres amados allí donde estén!!!
Deseo de todo corazón que el espíritu Crístico que inunda la humanidad en estas fechas, os llene de toda la Paz, Armonía y Amor necesarios en el camino de regreso a la Unidad y que la acción que las emociones provocan en nosotros, sean dirigidas hacia la consecución de la Paz del Alma que sana a todo corazón.
Alzo mi copa por todos nosotros, por nuestros seres del azul y por el Amor que nos une a ellos!! Bendiciones mil en estas fechas especiales!!
Vuestro amigo, Guillermo J. Recourt.

Duelo, entre la pena y la compasión.

Este post es un resumen de mi última conferencia sobre Duelo y que intenta explicar las diferencias y distintos matices que hay desde la Pena hasta la Compasión.
Etimológicamente, pena deriva de poena, que significa compensación o multa, y posee una connotación de dolor causado por un castigo. De hecho, ante la desgracia solemos preguntarnos ¿Qué habré hecho yo para merecer esto?
Cuando decimos, que pena me da esta persona, hay sólo un prejuicio personal sin apenas implicación emocional, hay una enorme distancia entre lo observado y el observador, es una sensación lastimera de un mal que percibimos. En la lámina, encontramos la pena en la parte superior, cómo dos círculos alejados.
Podríamos decir que es una reacción pasajera, donde toda nuestra acción se traduce en verbalizar el dolor que podemos ver. El doliente siente a esta persona distante y fría, pese a poder estar dándole un abrazo. Luego veremos la importancia de la coherencia del corazón en todo esto.
El doliente, también puede sentir pena o lástima de sí mismo, sobre todo en las primeras etapas, donde hay un shock post-traumático y él mismo se aísla de sus emociones para evitar el dolor, y si este aislamiento dura mucho, se puede convertir en un duelo patológico.
Entre la pena y la compasión está la empatía, resumiendo mucho, ya que en la charla hablo también de la lástima, la simpatía y la misericordia entre otras.
En la empatía hay un acercamiento entre las personas, se produce una identificación mental y afectiva de la persona con el estado de ánimo del otro.
Suele haberse pasado por una serie de experiencias comunes, y entendemos cómo se siente esta persona. La entendemos y la aceptamos tal cual es, hablamos el mismo idioma y eso nos hace más fácil la comunicación.
En el duelo la Empatía surge al relacionarnos con la gente que queremos y nos quieren, en una primera fase. Compartimos el dolor con los que conviven con nosotros y sienten la misma pérdida, respetando y acercándonos a los distintos puntos de vista.
Los sentimientos compartidos, nos liberan poco a poco de nuestra angustia vital y el cariño vivifica poco a poco, nuestro vacio interior, transformándolo en recuerdo feliz, no exento de caídas emocionales en determinados momentos, normales en todo proceso de perdida.
Los corazones de estas personas vibran muy cerca y los grupos de apoyo son la expresión más significativa de esta hermosa realidad. En la lámina, apreciamos en la parte inferior, cómo los círculos, las auras humanas se están tocando, pero no acaban de fundirse, cada uno en el fondo, entiende al otro, pero ninguna abandona su dolor por el del otro.
Llega el momento de hablar de lo que sólo se puede experimentar y donde las palabras, sólo son las pinceladas del cuadro que quiere reflejar lo que vive el pintor.
La Compasión es un sentimiento humano que se manifiesta a partir del sufrimiento de otro ser. Más intensa que la empatía, la compasión describe el entendimiento del estado emocional de otro, y es con frecuencia combinada con un deseo de aliviar o reducir su sufrimiento.
La compasión conecta la razón con el corazón y la empatía la razón con la emoción, en una sentimos en la otra comprendemos, en una nos damos en la otra recibimos, en una amamos en la otra empatizamos.
La compasión la vemos reflejada en la vesícula piscis, la unión de dos círculos unidos por su centro, por su corazón, en ella las auras del las personas están unidas, corazón con corazón, centro a centro y el dolor es uno y las ganas de ayudar a sanar es captada por las dos personas… la coherencia del corazón, nos demuestra que el campo magnético del corazón se extiende varios metros alrededor del cuerpo y el campo magnético del cerebro, sólo unos pocos centímetros, esta vibración es captada por cualquier ser humano y nos ayuda a comprender ciertas reacciones a pesar de las apariencias.
Cuando las auras están cerca, pero separadas como en la empatía, aparece, el símbolo del infinito, que podríamos interpretar, como una distancia infinita entre los dos corazones, a pesar que la empatía está presente… pero cada uno sigue en su propio “terreno emocional” no hay comunicación interna y los corazones no vibran al unísono como sucede con la coherencia del corazón. La empatía piensa, la Compasión actúa sin pensar, socorre sin pensar.
La empatía utiliza las emociones junto a la razón, la compasión utiliza la emoción trascendida por el Amor… dejamos la emoción visceral y la transformamos por vía cardiaca en verdadera caridad, en verdadera compasión en verdadero Amor Sanador.
La compasión transforma el sufrimiento, el propio doliente que recibe y percibe el verdadero Amor impersonal, venga de quien venga, empieza a tener verdadera compasión por sí mismo, poniendo así la primera piedra de la verdadera transformación hacia una vida plena, diferente al pasado, pero llena de la certeza que el Amor transciende lo físico y nos acerca a lo espiritual.
Este acercamiento, se traduce con el tiempo en un darnos a los demás, en Amar todo con la fuerza de llevar dentro a todos nuestros familiares, allí donde estén, porque la intuición que abre el Amor, abre un hilo invisible con nuestros seres del azul…
Deseo de corazón que la Compasión nazca en cada uno de nosotros, para poder darla tan fielmente, como el Amor que nos la dio por primera vez.
Vuestro amigo, Guillermo J. Recourt.

¡No se puede Amar lo que no conocemos!

Picture of Zeca, Avelar.

El otro día leí esta frase y algo me llegó al Alma. ¿Cómo pretendemos amarnos si apenas nos conocemos? Esta pregunta empezó a abrir en mi mente un sinfín de puertas a una velocidad de vértigo.

Sobre el portal del templo de Apolo en Delfos estaba escrito: “Conócete a ti mismo”. Esta era la premisa para ingresar en los misterios. Su sabiduría heredada de los misterios egipcios y persas no podía ser más explícita.

El aspirante debía guardar silencio en las primeras etapas de su aprendizaje y observarse por dentro y por fuera, así las palabras que salieran de sus bocas serían como mínimo tan bellas como el silencio o no las pronunciarían.

Regresando al presente, vemos una sociedad que está acostumbrada a no pensar, a recibir información en cada momento, radio, televisión, periódicos, anuncios, internet, etc. Llena todas las mentes con cosas intrascendentes, superfluas, vánales al fin y al cabo. Todo esto lo aleja de conocerse así mismo y al mismo tiempo de amarse plenamente y conscientemente.

La cultura occidental nos insta a que debemos tener una actitud correcta, que debemos portarnos bien, que debemos ser éticos, pero no nos dan las herramientas adecuadas para empezar esta construcción, en la que cada uno de nosotros es una piedra fundamental del edificio llamado humanidad.

Para amarnos, debemos dar sentido a nuestra función como “piedra” del edificio y modelarla en función del fin último. Si no conocemos que lugar ocupamos en la construcción y cincelamos una forma equivocada, el edificio entero está en peligro, ya que el orden necesario, para esa construcción llena de armonía, no se ha conseguido.

Los instintos nos asaltan constantemente en la vida y la mayoría intentamos reprimirlos, dominarlos y encerrarlos en la “sombra” para no verlos, pero así cómo la sombra real que produce el sol nos hace conscientes de que tras nosotros hay Luz, así la sombra que no queremos ver pero que sabemos tenemos dentro de nosotros, nos saldrá cuando menos lo esperemos y más fortalecida si cabe.

Al enfrentarnos a esa “sombra” y sacarla a la Luz de la consciencia, nos hará reaccionar y tomar decisiones coherentes para solucionar el temor, decisión o perdida que nos tiene bloqueados, manifestando así la Luz y la Paz que produce su solución.

El conocimiento de nuestro interior, nos lleva a poner primero los pies en el suelo, a vernos tal y como somos, con nuestros defectos y virtudes y al mismo tiempo encontramos el principio de la búsqueda al preguntarnos ¿Por qué estoy aquí? La respuesta se encuentra cuando empezamos a amarnos tal y como somos, a perdonarnos de corazón, ya que esa luz es la que nos da sentido, nos da la seguridad de que el verdadero amor está dentro de todos nosotros y que es reflejo del Amor Universal que se manifiesta en la armonía, la verdad y la vida en todos los niveles de la existencia.

Ese es el primer paso para amar a todos los seres y por ende a Dios, ya que llegamos a él, al conocer su creación, al reconocernos parte de él, al amarlo plenamente hasta fundirnos en un solo ser, donde la entrega es total, la confianza es real y hacemos su voluntad y no la nuestra…

Al sentir que somos parte del Amor Universal, y que nuestros actos mundanos están llenos de condicionamientos, de reacciones aprendidas, de hábitos subconscientes, que realmente no forman parte del Alma sino que son velos que hay que ir quitando para contemplar realmente la verdadera Luz que desprende nuestro interior, el perdón es inmediato, ya que aprendemos de todas las experiencias.

Es necesario equivocarse, es necesario vivir todos los aspectos del ser, para poder encontrar la armonía. Jesús dijo: “No juzguéis y no seréis juzgados” (Mt 7 1-5). Estoy seguro que los seres de Luz que nos cuidan junto a nuestros seres queridos del Azul, no nos juzgan, sólo nos mandan su Amor, ven nuestro cuerpo glorioso y nuestro corazón, pasando los normales y necesarios errores de la mente humana a un segundo plano.

Recordemos que no podemos AMAR y PERDONAR lo que no conocemos…

Quiero conoceros, y al mismo tiempo, seguiré profundizando en mi mismo para poder a llegar a ser uno con vosotros.

Un abrazo lleno Paz en vuestro interior!

Guillermo J. Recourt

Servir: "He ahí la Meta"

Me gustaría analizar con todos vosotros las diferentes acepciones de la palabra servir, para así ser capaces de poder comprender más, el alcance que este verbo, puede tener en la vida de cualquier buscador de las verdades eternas.
SERVIR significa, valer, ser de utilidad, dice la primera acepción. Desde los albores de la humanidad, el hombre se ha planteado que hace en este mundo, para que “sirve” la vida. La reflexión nos lleva a conocer realmente que es lo que queremos de la vida y así poner rumbo y orden hacia el despertar interior y utilizarlo, para desafiar al fantasma del menosprecio personal y darnos cuenta de que “ser útil” significa “ser activamente positivo”.
Esto mismo debemos aplicarlo en nuestras vidas. Cada uno de nosotros tenemos el deber de cuidar la “salud” de cada ser que esté en contacto con nosotros, sirviendo de canal activo en todas las actividades. Recordar que debemos acudir con la intención de ayudar a nuestros familiares, amigos, conocidos y a la humanidad entera, dejando que la creatividad nos acaricie y dejemos de lado la pasividad, esto nos llenará de satisfacción y alegría y seremos realmente útiles.
SERVIR significa, ayudar, estar al servicio de otro, dice la segunda acepción. Y así es en verdad. Ayudamos de muchas formas en nuestro diario vivir, colaboramos en muchas actividades, pero… ¿somos conscientes del verdadero servicio a los demás?
La palabra servicio, implica seriedad en el trabajo que se realiza. Debemos prestar ayuda a la humanidad de forma silenciosa y desinteresada, es decir, practicando la verdadera caridad, que no hay que confundir con la sensiblería. Los místicos y filósofos, siempre han mostrado sus enseñanzas de forma seria y adaptada a cada tiempo y lugar. La naturaleza interior nos da los instrumentos, para sumergirnos en el torrente de nuestra conciencia e investigar profundamente, tal y como lo hace un verdadero alquimista de lo mental… aprendiendo a mirarse con el ojo del Alma y no con el de la mente. Así debemos sumergirnos en nuestras meditaciones, para seguir investigando nuestros comportamientos y practicando la tolerancia, el respeto y el Amor, y así ayudarnos entre todos a ver, que servir es la meta más elevada a la que un ser humano puede aspirar.
SERVIR significa, poner la mesa, atender a los comensales, dice la tercera acepción. El cuerpo físico crece y se mantiene saludable porque recibe su alimento diario, así también, nuestra personalidad crece con los pensamientos, palabras y hechos que la transmutan continuamente hacia grandes alturas, independientemente de que las experiencias sean agradables o no, ya que lo verdaderamente importante es que debemos aprender de ellas.
Cuando entramos en meditación después de un largo día, nuestra voluntad nos tiene preparada la mesa, sobre la cual están puestos los frutos necesarios para alimentar nuestra alma, que después de jornadas de experiencias mundanas, necesita descansar y reponer energías.
Antes de tomar los alimentos, según tradiciones, se bendice la mesa, con pensamientos de agradecimiento y Amor. En la mesa tenemos los instrumentos adecuados para ayudarnos a transmutar la Luz recibida y compartirla con todos y cada uno de los seres del Universo. Seguidamente tenemos unos momentos de reposo para asimilar bien la comida y dejar que nutra a nuestra naturaleza interior.
Escuchad atentamente palabras que hablan de servicio, humildad y AMOR en una última cena… “Después de lavarles los pies, tomó los vestidos, se puso de nuevo en la mesa y les dijo: ¿Entendéis lo que os he hecho?, vosotros me llamáis maestro y señor, y decís bien, pues lo soy. Pues si yo, el maestro y el señor, os lavé los pies, también vosotros os los tenéis que lavar los unos a los otros. Porque, os he dado ejemplo, para que hagáis vosotros como yo hice. En verdad, en verdad os digo, el siervo no es más que su señor, ni el enviado más que quien le envió. Felices vosotros, si sabiendo tales cosas, las hacéis.”
SERVIR, significa, hacer la función de otro. Que acaso no vemos en estas palabras, reflejado el simbolismo del trabajo impersonal, que realizamos cuando consciente o inconscientemente nos ponemos en manos de los designios de la naturaleza interior que cada cual pueda percibir, para ayudar. Pero… cuan desapercibido se nos pasa este maravilloso servicio a la humanidad, al no ver muchas veces los resultados. Cuando uno confía en hacer lo que su conciencia interior le dicta, estamos haciendo la función de lo que llamamos nuestro “yo verdadero”, aunque sea parte de nuestra consciencia total, y servimos para tomar y que otros tomen consciencia. Recordemos el axioma que dice “como es arriba, así es abajo”. Todo esto y mucho más se puede decir de la cuarta acepción.
SERVIR, significa, ser soldado en activo, dice la quinta acepción. El sendero espiritual implica valentía. En él, encontramos el verdadero campo de batalla. Nuestras meditaciones nos proporcionan las armas necesarias, para vivir las experiencias diarias y nos prepara para entrar en la cueva-receptáculo de nuestra mente y matar al dragón de nuestros miedos. Lo más importante, es que en esta batalla, nunca estamos solos… en nuestra ayuda siempre acude presto el caballero de las blancas vestiduras, El Ser espiritual que todos llevamos dentro. En la batalla, desarrollemos la virtud de retirarnos en el silencio y obedezcamos los susurros del ser, para salir victoriosos de los múltiples combates que nos esperan, para tomar al fin consciencia de nuestra divinidad.
SERVIR, significa, utilizar algo o a alguien para uso propio, dice la sexta acepción. Este es el punto oscuro del servicio que debemos evitar, el egoísmo. El amor desinteresado, nos llena de Alegría y Paz y con el tiempo, nos damos cuenta que las acciones que más nos llenan, son las de hacer felices a los demás, sin olvidarnos de no perder la nuestra propia. El egoísmo es fruto de la ignorancia de una mente estrecha y materialista, ya que conforme nos armonizamos con nuestra naturaleza interior, su fuente nos hace consciente de que somos una sola humanidad y que debemos empatizar con ella, y al mismo tiempo comprender que las experiencias de la vida,están íntimamente interrelacionadas unas con otras… seamos más conscientes de nuestros alrededores más cotidianos y de lo importante que es predicar con el ejemplo, en el aquí y ahora. El cambio del mundo, empieza con el cambio interior de cada uno de nosotros y su contagiosa labor silente en nuestro mundo particular, el que nos rodea en cada instante. ora et labora.
SERVIR, significa, dar culto o adoración a Dios. Esta es la Séptima acepción. Al llegar a este último significado las palabras sobran…. ¿Cómo expresar con palabras un sentimiento tan íntimo? Aquí cada ser humano, debe adentrarse en su religión, tradición o la imagen que tenga del Dios que cada uno pueda sentir en su interior, que se siente a través de la experiencia interna, única e intransferible, que sólo se consigue mediante el sincero y profundo entonamiento.
Para terminar, escuchad atentamente palabras de la tradición cristiana que expresan de manera sencilla y maravillosa el Servicio a la humanidad.
En esta oración de San Francisco de Asis, vemos lo importante que es no darle poder real a lo negativo, sino buscar su opuesto para equilibrar la consciencia, ya que si luchamos contra algo negativo, inconscientemente le damos una fuerza que sólo existe en nuestra mente. Esto que ya hacían los místicos de antaño, también se usa hoy por algunas ramas de la psicología moderna.
Así habla de “olvidarse” de uno mismo, de vivir el momento presente, para encontrarse realmente.
Habla de perdonar, para ser perdonado, para darnos cuenta de que todos somos humanos y que cometeremos fallos mientras estemos con una mente mortal, y lo importante es perdonarnos a nosotros mismos, y no mirar más a los errores del pasado para vivir plenamente el presente.
Habla de dar, para recibir nuevas oportunidades de “servir” y ser feliz.
Habla de morir a las estructuras mentales caducas, para renacer a conceptos más elevados que nos hagan más humanos y al mismo tiempo más divinos.
Señor:
¡Haz de mí un instrumento de tu PAZ!
Que donde haya Odio, yo ponga AMOR.
Que donde haya Ofensa, yo ponga PERDÓN.
Que donde haya Discordia, yo ponga UNIÓN.
Que donde haya Error, yo ponga VERDAD.
Que donde haya Duda, yo ponga FE.
Que donde haya Desaliento, yo ponga ESPERANZA.
Que donde haya Tinieblas, yo ponga LUZ.
Que donde haya Tristeza, yo ponga ALEGRÍA.
¡Oh Maestro!, no busco tanto el ser consolado,sino el CONSOLAR.
El ser comprendido, Sino el COMPRENDER.
El ser amado, sino AMAR.
Porque es olvidándose como uno se encuentra.
Es perdonando, como uno es perdonado.
Es dando, como uno recibe.
Es muriendo como uno resucita a la vida.
SERVIR, ¡He ahí la meta!
Guillermo J. Recourt

El poder de la oración en momentos de duelo


En los momentos de duelo, muchas personas se refugian en la oración y otras reniegan de sus creencias, se dicen: ¿Por qué a mí?, ¿Qué mal he hecho yo?, ¿Existe la justicia divina? Etc…
El que no cree en nada se vuelve muchas veces creyente y el creyente se vuelve ateo. ¿Qué nos ocurre en los momentos de pruebas importantes en nuestras vidas con nuestros conceptos espirituales?
La respuesta es simple. Tenemos por una parte una noción equivocada de Dios y sus leyes, por otra parte no vivimos nuestra espiritualidad, simplemente intelectualizamos esos conceptos espirituales y por último la verdadera fe fundada en el conocimiento interior, en estas circunstancias se ve bloqueada por las emociones compulsivas, no dejando a la mente razonar bien, sumiéndonos en un caos temporal.
Sea el caso que sea, lo importante es que aprendemos mucho de estas circunstancias y utilizando la maravillosa comunión entre mente y corazón, renacemos cual ave fénix, a una nueva consciencia, pasado cierto tiempo.
Cuando los sentimientos se equilibran y la razón coge de nuevo las riendas de la vida, podemos valorar imparcialmente dónde estamos y hacia donde queremos dirigir nuestra vida después de la pérdida sufrida.
Todas las culturas, así como los grandes místicos y fundadores de las grandes religiones, nos han enseñado la importancia y el valor de la oración para armonizarnos y comulgar con la divinidad.
Hay plegarias de agradecimiento, plegarias de intercesión, plegarias de petición, plegarias de alabanza, pero todas ellas llevan en común que para que sean realmente efectivas uno debe prepararse para “sintonizar” con esa escala elevada de vibraciones espirituales, debe ascender de alguna manera por esta escalera celestial y no es precisamente con el intelecto que se atraviesa este puente con la divinidad.
El primer paso que nos aconsejan es hacer una reflexión de si somos dignos de recibir esta comunión espiritual. La respuesta es un rotundo SI, siempre que mantengamos en mente una actitud de humildad y arrepentimiento sincero, en una palabra, necesitamos purificarnos para poder elevar nuestra consciencia y poder “hablar” el mismo idioma a la hora de armonizarnos espiritualmente.
Se recomienda buscar un lugar tranquilo, relajarse, respirar profunda y rítmicamente y sentir dentro de nosotros esa chispa espiritual que todos poseemos. Para ello es importantísimo desear con el corazón esa comunicación, pensar con sentido común y que la petición no sea egoísta y redunde en beneficio de todos.
Después de sentir una paz confortante, es la hora de seguir con nuestra vida y tener plena fe en Dios, y llevar siempre en mente que se haga su voluntad y nos muestre cómo captarla y diferenciarla de nuestros deseos mundanos.
Cualquier gracia que recibamos de la providencia divina, debemos siempre compartirla con los demás, sin necesidad que sea de forma material, ya que un abrazo, una sonrisa, un paseo, una conversación, una flor, tiempo para compartir, o cualquier acto que alegre, consuele, o demuestre afecto y amor, vale mucho más que todo el oro del mundo.
Así pues el poder de la Oración, parte de entrar en periodos de comunión espiritual diarios, pedir más por los demás que por nosotros mismos, hacer las cosas que más nos cuestan antes que las fáciles nos templan la voluntad y este temple sirve luego para canalizar de manera efectiva los dones que la Oración nos provee que suelen ser, Salud, Paz, Armonía y Amor. ¿Qué más se puede desear?
Para finalizar deseo compartir mi oración preferida, que es de San Francisco de Asís:
Señor:
¡Haz de mí un instrumento de tu PAZ!
Que donde haya Odio, yo ponga AMOR.
Que donde haya Ofensa, yo ponga PERDÓN.
Que donde haya Discordia, yo ponga UNIÓN.
Que donde haya Error, yo ponga VERDAD.
Que donde haya Duda, yo ponga FE.
Que donde haya Desaliento, yo ponga ESPERANZA.
Que donde haya Tinieblas, yo ponga LUZ.
Que donde haya Tristeza, yo ponga ALEGRÍA.
¡Oh Maestro!, no busco tanto el ser consolado, sino el CONSOLAR.
El ser comprendido, Sino el COMPRENDER.
El ser amado, sino AMAR.
Porque es olvidándose como uno se encuentra.
Es perdonando, como uno es perdonado.
Es dando, como uno recibe.
Es muriendo como uno resucita a la vida.
¡Un fuerte abrazo de Luz y Paz para todos y que Dios les bendiga a todos!.
Guillermo J. Recourt.