El amor se convierte en Luz Eterna!!

Programa “Luz sin Fronteras” T.V. Sintesis Canal 21 Tijuana.


Queridos amigos:
Ante la experiencia de pérdida de un hijo, un Padre  se avocó a transformar su dolor en un acto de amor y luz eterna…..
Te invito a que conozcas cómo el amor puede sanar las heridas del alma.

Grupo Luz y Verdad, compartiendo sin Fronteras!!

Pulsa el siguiente link para que veas el video!!

El amor se convierte en luz Eterna

Negro y Duelo: Una transformación interior

De la mano del simbolismo del color negro, el más utilizado en el duelo y en la manifestación del luto, veremos cómo inconscientemente, nos ayuda a todos los seres humanos a transformar el dolor en Amor.
El luto, como un signo exterior de pena y duelo en la cultura occidental está asociado al color negro desde tiempos de los romanos, que utilizaban la “toga pulla” como signo de duelo.
Antes que los romanos, los antiguos egipcios lo utilizaron fundamentalmente como símbolo de la noche, la tierra y el mundo inferior, donde mora Osiris rey de los muertos. Su nombre era “Kem” de ahí viene también el antiguo nombre de Egipto “Kemet”, la tierra negra. Aunque el color suyo de duelo era el blanco, el negro rodeaba muchos de los objetos funerarios, como los escarabeos del corazón, el dios Anubis, el interior del sarcófago, estatuas mágicas, etc…

En Egipto el color negro también estaba relacionado con la diosa lunar Isis, que era de color negro, como muchas vírgenes medievales, y estaba cubierta por varios velos, siendo el más visible de este color. Simbolizaba así, la tierra, la cueva, lo velado, lo oculto, lo mágico, la oscuridad generadora de vida, es secreto de esa misma vida…

Desde el punto de vista lumínico, el color negro es el espectro que captamos ante la falta de luz… y con luz, es el color que absorbe todas las longitudes de ondas de esa luz y no refleja ninguna radiación visible, se podría decir que es el color egoísta.

El color negro, absorbe la Luz y la transforma en calor al no reflejarla…
El color negro da una sensación de amplitud y profundidad, como apreciamos el cielo en la noche, cuyo contraste nos guía en la percepción de la luz de las estrellas.
El negro es el color del “no saber que decir” cuando una persona muere, pero también de la soledad necesaria para asimilarla y transmutarla en el corazón.
La oscuridad es el reino del color negro, pero no se puede estudiar, ni descomponerla con un prisma, simplemente sucede ese estado cuando no hay Luz presente.
La oscuridad es fría como la tierra, hasta que es acariciada por el sol y se vuelve fecunda.
De la oscuridad surge todo nacimiento, toda vida.

La vida, no es lo contrario a la muerte, es el nacimiento, pues la vida es eterna energía cambiando de nivel de vibración, ni se crea ni se destruye.
Cuando nacemos físicamente, de la oscuridad materna, pasamos por un “túnel” hacia la Luz del día por las “aguas inferiores”. Cuando morimos, pasamos por un “túnel” de la oscuridad física hacia la Luz eterna de las “aguas superiores” dadoras de vida y calmantes de toda sed de Verdad y Amor, como tan bien nos legó el Maestro Jesús.

Entre esos dos momentos maravillosos de Luz, simplemente hay un proceso de aclimatación, para que el nuevo estado no nos ciegue. Es el tiempo necesario, para que la semilla empiece a formarse y pueda alimentarse de ese fruto virginal.

En el duelo vivimos el triple dolor: físico, mental y espiritual, y en estos momentos de oscuridad, nuestra alma clama Luz a gritos… esa Luz llega, pero no somos conscientes de ella y al igual que el color negro, no la reflejamos al no ser conscientes de ella, por el tremendo shock emocional. A todo esto se juntan las palabras huecas de quienes con buena voluntad intentan ayudarnos, donde un abrazo silencioso hubiera sido suficiente. ..

Necesitamos soledad, refugiarnos en nuestro interior, asimilar gradualmente la perdida física, llorarla, sentirla, expresarla a los cuatro vientos, sacar la hiel del corazón para hacerle sitio a nuestro ser amado.

Todo es oscuridad y caos en estas primeras etapas, porque así debe ser, porque antes de reordenar nuestro mundo interior y exterior, necesitamos de esta “oscuridad”, de este luto, para poder retroalimentarnos con la sabiduría que sale de nuestros propios corazones, de nuestras propias profundas reflexiones, de nuestras oraciones, de nuestro verdadero ser interior… Ese ser de Luz que para manifestarse, necesita que pasemos por este periodo de aclimatación, para que su nueva Luz no nos ciegue, no nos trastorne. Todo llega en el momento justo, conforme al nivel de consciencia alcanzado hasta ese momento.

Es este el “calor” que calienta y no quema, del que hablan los evangelios y demás tradiciones, la energía espiritual que crea y forma el universo visible e invisible, es esa Luz que no reflejamos, que desde nuestro interior, ahora empezamos a sentir en forma de esa energía transformadora que nos impulsa hacia la vida plena, es el calor espiritual acumulado inconscientemente, fruto de todas las energías que hemos recibido por parte de todos los seres que nos Aman, estén en el plano que estén.

El negro, gradualmente empieza a desaparecer cuando empezamos a volverá reflejar la mayor de las luminarias, El AMOR. Cuando empezamos a fluir con armonía, empezamos a darnos a los demás, sin esperar nada a cambio… de la oscuridad nace la verdadera CARIDAD.

Por Amor nacemos, entre nuestros semejantes aprendemos a Amar, y al morir, ese Amor sublimado crece en dos universos paralelos, para que la cadena de la vida eterna, nunca se rompa y la sabiduría divina, pueda manifestarse eternamente.

San Juan dice: “En Él estaba la vida, – y la vida era la Luz de los hombres- y la Luz brilla en las tinieblas, -y las tinieblas no la recibieron”

Así estamos cuando el dolor nos ciega, en tinieblas… pero recordar que siempre encontraremos el camino de regreso a la armonía, pues la Luz siempre brilla en las tinieblas, y el manto protector que se forma en nuestro interior durante nuestro duelo, es la tierra donde “las buenas semillas” que poco a poco vamos sembrando, germinaran con todo el calor y el Amor transformado de un hasta luego… mi VIDA!

Guillermo J. Recourt

¡No se puede Amar lo que no conocemos!

Picture of Zeca, Avelar.

El otro día leí esta frase y algo me llegó al Alma. ¿Cómo pretendemos amarnos si apenas nos conocemos? Esta pregunta empezó a abrir en mi mente un sinfín de puertas a una velocidad de vértigo.

Sobre el portal del templo de Apolo en Delfos estaba escrito: “Conócete a ti mismo”. Esta era la premisa para ingresar en los misterios. Su sabiduría heredada de los misterios egipcios y persas no podía ser más explícita.

El aspirante debía guardar silencio en las primeras etapas de su aprendizaje y observarse por dentro y por fuera, así las palabras que salieran de sus bocas serían como mínimo tan bellas como el silencio o no las pronunciarían.

Regresando al presente, vemos una sociedad que está acostumbrada a no pensar, a recibir información en cada momento, radio, televisión, periódicos, anuncios, internet, etc. Llena todas las mentes con cosas intrascendentes, superfluas, vánales al fin y al cabo. Todo esto lo aleja de conocerse así mismo y al mismo tiempo de amarse plenamente y conscientemente.

La cultura occidental nos insta a que debemos tener una actitud correcta, que debemos portarnos bien, que debemos ser éticos, pero no nos dan las herramientas adecuadas para empezar esta construcción, en la que cada uno de nosotros es una piedra fundamental del edificio llamado humanidad.

Para amarnos, debemos dar sentido a nuestra función como “piedra” del edificio y modelarla en función del fin último. Si no conocemos que lugar ocupamos en la construcción y cincelamos una forma equivocada, el edificio entero está en peligro, ya que el orden necesario, para esa construcción llena de armonía, no se ha conseguido.

Los instintos nos asaltan constantemente en la vida y la mayoría intentamos reprimirlos, dominarlos y encerrarlos en la “sombra” para no verlos, pero así cómo la sombra real que produce el sol nos hace conscientes de que tras nosotros hay Luz, así la sombra que no queremos ver pero que sabemos tenemos dentro de nosotros, nos saldrá cuando menos lo esperemos y más fortalecida si cabe.

Al enfrentarnos a esa “sombra” y sacarla a la Luz de la consciencia, nos hará reaccionar y tomar decisiones coherentes para solucionar el temor, decisión o perdida que nos tiene bloqueados, manifestando así la Luz y la Paz que produce su solución.

El conocimiento de nuestro interior, nos lleva a poner primero los pies en el suelo, a vernos tal y como somos, con nuestros defectos y virtudes y al mismo tiempo encontramos el principio de la búsqueda al preguntarnos ¿Por qué estoy aquí? La respuesta se encuentra cuando empezamos a amarnos tal y como somos, a perdonarnos de corazón, ya que esa luz es la que nos da sentido, nos da la seguridad de que el verdadero amor está dentro de todos nosotros y que es reflejo del Amor Universal que se manifiesta en la armonía, la verdad y la vida en todos los niveles de la existencia.

Ese es el primer paso para amar a todos los seres y por ende a Dios, ya que llegamos a él, al conocer su creación, al reconocernos parte de él, al amarlo plenamente hasta fundirnos en un solo ser, donde la entrega es total, la confianza es real y hacemos su voluntad y no la nuestra…

Al sentir que somos parte del Amor Universal, y que nuestros actos mundanos están llenos de condicionamientos, de reacciones aprendidas, de hábitos subconscientes, que realmente no forman parte del Alma sino que son velos que hay que ir quitando para contemplar realmente la verdadera Luz que desprende nuestro interior, el perdón es inmediato, ya que aprendemos de todas las experiencias.

Es necesario equivocarse, es necesario vivir todos los aspectos del ser, para poder encontrar la armonía. Jesús dijo: “No juzguéis y no seréis juzgados” (Mt 7 1-5). Estoy seguro que los seres de Luz que nos cuidan junto a nuestros seres queridos del Azul, no nos juzgan, sólo nos mandan su Amor, ven nuestro cuerpo glorioso y nuestro corazón, pasando los normales y necesarios errores de la mente humana a un segundo plano.

Recordemos que no podemos AMAR y PERDONAR lo que no conocemos…

Quiero conoceros, y al mismo tiempo, seguiré profundizando en mi mismo para poder a llegar a ser uno con vosotros.

Un abrazo lleno Paz en vuestro interior!

Guillermo J. Recourt

Servir: "He ahí la Meta"

Me gustaría analizar con todos vosotros las diferentes acepciones de la palabra servir, para así ser capaces de poder comprender más, el alcance que este verbo, puede tener en la vida de cualquier buscador de las verdades eternas.
SERVIR significa, valer, ser de utilidad, dice la primera acepción. Desde los albores de la humanidad, el hombre se ha planteado que hace en este mundo, para que “sirve” la vida. La reflexión nos lleva a conocer realmente que es lo que queremos de la vida y así poner rumbo y orden hacia el despertar interior y utilizarlo, para desafiar al fantasma del menosprecio personal y darnos cuenta de que “ser útil” significa “ser activamente positivo”.
Esto mismo debemos aplicarlo en nuestras vidas. Cada uno de nosotros tenemos el deber de cuidar la “salud” de cada ser que esté en contacto con nosotros, sirviendo de canal activo en todas las actividades. Recordar que debemos acudir con la intención de ayudar a nuestros familiares, amigos, conocidos y a la humanidad entera, dejando que la creatividad nos acaricie y dejemos de lado la pasividad, esto nos llenará de satisfacción y alegría y seremos realmente útiles.
SERVIR significa, ayudar, estar al servicio de otro, dice la segunda acepción. Y así es en verdad. Ayudamos de muchas formas en nuestro diario vivir, colaboramos en muchas actividades, pero… ¿somos conscientes del verdadero servicio a los demás?
La palabra servicio, implica seriedad en el trabajo que se realiza. Debemos prestar ayuda a la humanidad de forma silenciosa y desinteresada, es decir, practicando la verdadera caridad, que no hay que confundir con la sensiblería. Los místicos y filósofos, siempre han mostrado sus enseñanzas de forma seria y adaptada a cada tiempo y lugar. La naturaleza interior nos da los instrumentos, para sumergirnos en el torrente de nuestra conciencia e investigar profundamente, tal y como lo hace un verdadero alquimista de lo mental… aprendiendo a mirarse con el ojo del Alma y no con el de la mente. Así debemos sumergirnos en nuestras meditaciones, para seguir investigando nuestros comportamientos y practicando la tolerancia, el respeto y el Amor, y así ayudarnos entre todos a ver, que servir es la meta más elevada a la que un ser humano puede aspirar.
SERVIR significa, poner la mesa, atender a los comensales, dice la tercera acepción. El cuerpo físico crece y se mantiene saludable porque recibe su alimento diario, así también, nuestra personalidad crece con los pensamientos, palabras y hechos que la transmutan continuamente hacia grandes alturas, independientemente de que las experiencias sean agradables o no, ya que lo verdaderamente importante es que debemos aprender de ellas.
Cuando entramos en meditación después de un largo día, nuestra voluntad nos tiene preparada la mesa, sobre la cual están puestos los frutos necesarios para alimentar nuestra alma, que después de jornadas de experiencias mundanas, necesita descansar y reponer energías.
Antes de tomar los alimentos, según tradiciones, se bendice la mesa, con pensamientos de agradecimiento y Amor. En la mesa tenemos los instrumentos adecuados para ayudarnos a transmutar la Luz recibida y compartirla con todos y cada uno de los seres del Universo. Seguidamente tenemos unos momentos de reposo para asimilar bien la comida y dejar que nutra a nuestra naturaleza interior.
Escuchad atentamente palabras que hablan de servicio, humildad y AMOR en una última cena… “Después de lavarles los pies, tomó los vestidos, se puso de nuevo en la mesa y les dijo: ¿Entendéis lo que os he hecho?, vosotros me llamáis maestro y señor, y decís bien, pues lo soy. Pues si yo, el maestro y el señor, os lavé los pies, también vosotros os los tenéis que lavar los unos a los otros. Porque, os he dado ejemplo, para que hagáis vosotros como yo hice. En verdad, en verdad os digo, el siervo no es más que su señor, ni el enviado más que quien le envió. Felices vosotros, si sabiendo tales cosas, las hacéis.”
SERVIR, significa, hacer la función de otro. Que acaso no vemos en estas palabras, reflejado el simbolismo del trabajo impersonal, que realizamos cuando consciente o inconscientemente nos ponemos en manos de los designios de la naturaleza interior que cada cual pueda percibir, para ayudar. Pero… cuan desapercibido se nos pasa este maravilloso servicio a la humanidad, al no ver muchas veces los resultados. Cuando uno confía en hacer lo que su conciencia interior le dicta, estamos haciendo la función de lo que llamamos nuestro “yo verdadero”, aunque sea parte de nuestra consciencia total, y servimos para tomar y que otros tomen consciencia. Recordemos el axioma que dice “como es arriba, así es abajo”. Todo esto y mucho más se puede decir de la cuarta acepción.
SERVIR, significa, ser soldado en activo, dice la quinta acepción. El sendero espiritual implica valentía. En él, encontramos el verdadero campo de batalla. Nuestras meditaciones nos proporcionan las armas necesarias, para vivir las experiencias diarias y nos prepara para entrar en la cueva-receptáculo de nuestra mente y matar al dragón de nuestros miedos. Lo más importante, es que en esta batalla, nunca estamos solos… en nuestra ayuda siempre acude presto el caballero de las blancas vestiduras, El Ser espiritual que todos llevamos dentro. En la batalla, desarrollemos la virtud de retirarnos en el silencio y obedezcamos los susurros del ser, para salir victoriosos de los múltiples combates que nos esperan, para tomar al fin consciencia de nuestra divinidad.
SERVIR, significa, utilizar algo o a alguien para uso propio, dice la sexta acepción. Este es el punto oscuro del servicio que debemos evitar, el egoísmo. El amor desinteresado, nos llena de Alegría y Paz y con el tiempo, nos damos cuenta que las acciones que más nos llenan, son las de hacer felices a los demás, sin olvidarnos de no perder la nuestra propia. El egoísmo es fruto de la ignorancia de una mente estrecha y materialista, ya que conforme nos armonizamos con nuestra naturaleza interior, su fuente nos hace consciente de que somos una sola humanidad y que debemos empatizar con ella, y al mismo tiempo comprender que las experiencias de la vida,están íntimamente interrelacionadas unas con otras… seamos más conscientes de nuestros alrededores más cotidianos y de lo importante que es predicar con el ejemplo, en el aquí y ahora. El cambio del mundo, empieza con el cambio interior de cada uno de nosotros y su contagiosa labor silente en nuestro mundo particular, el que nos rodea en cada instante. ora et labora.
SERVIR, significa, dar culto o adoración a Dios. Esta es la Séptima acepción. Al llegar a este último significado las palabras sobran…. ¿Cómo expresar con palabras un sentimiento tan íntimo? Aquí cada ser humano, debe adentrarse en su religión, tradición o la imagen que tenga del Dios que cada uno pueda sentir en su interior, que se siente a través de la experiencia interna, única e intransferible, que sólo se consigue mediante el sincero y profundo entonamiento.
Para terminar, escuchad atentamente palabras de la tradición cristiana que expresan de manera sencilla y maravillosa el Servicio a la humanidad.
En esta oración de San Francisco de Asis, vemos lo importante que es no darle poder real a lo negativo, sino buscar su opuesto para equilibrar la consciencia, ya que si luchamos contra algo negativo, inconscientemente le damos una fuerza que sólo existe en nuestra mente. Esto que ya hacían los místicos de antaño, también se usa hoy por algunas ramas de la psicología moderna.
Así habla de “olvidarse” de uno mismo, de vivir el momento presente, para encontrarse realmente.
Habla de perdonar, para ser perdonado, para darnos cuenta de que todos somos humanos y que cometeremos fallos mientras estemos con una mente mortal, y lo importante es perdonarnos a nosotros mismos, y no mirar más a los errores del pasado para vivir plenamente el presente.
Habla de dar, para recibir nuevas oportunidades de “servir” y ser feliz.
Habla de morir a las estructuras mentales caducas, para renacer a conceptos más elevados que nos hagan más humanos y al mismo tiempo más divinos.
Señor:
¡Haz de mí un instrumento de tu PAZ!
Que donde haya Odio, yo ponga AMOR.
Que donde haya Ofensa, yo ponga PERDÓN.
Que donde haya Discordia, yo ponga UNIÓN.
Que donde haya Error, yo ponga VERDAD.
Que donde haya Duda, yo ponga FE.
Que donde haya Desaliento, yo ponga ESPERANZA.
Que donde haya Tinieblas, yo ponga LUZ.
Que donde haya Tristeza, yo ponga ALEGRÍA.
¡Oh Maestro!, no busco tanto el ser consolado,sino el CONSOLAR.
El ser comprendido, Sino el COMPRENDER.
El ser amado, sino AMAR.
Porque es olvidándose como uno se encuentra.
Es perdonando, como uno es perdonado.
Es dando, como uno recibe.
Es muriendo como uno resucita a la vida.
SERVIR, ¡He ahí la meta!
Guillermo J. Recourt

El poder de la oración en momentos de duelo


En los momentos de duelo, muchas personas se refugian en la oración y otras reniegan de sus creencias, se dicen: ¿Por qué a mí?, ¿Qué mal he hecho yo?, ¿Existe la justicia divina? Etc…
El que no cree en nada se vuelve muchas veces creyente y el creyente se vuelve ateo. ¿Qué nos ocurre en los momentos de pruebas importantes en nuestras vidas con nuestros conceptos espirituales?
La respuesta es simple. Tenemos por una parte una noción equivocada de Dios y sus leyes, por otra parte no vivimos nuestra espiritualidad, simplemente intelectualizamos esos conceptos espirituales y por último la verdadera fe fundada en el conocimiento interior, en estas circunstancias se ve bloqueada por las emociones compulsivas, no dejando a la mente razonar bien, sumiéndonos en un caos temporal.
Sea el caso que sea, lo importante es que aprendemos mucho de estas circunstancias y utilizando la maravillosa comunión entre mente y corazón, renacemos cual ave fénix, a una nueva consciencia, pasado cierto tiempo.
Cuando los sentimientos se equilibran y la razón coge de nuevo las riendas de la vida, podemos valorar imparcialmente dónde estamos y hacia donde queremos dirigir nuestra vida después de la pérdida sufrida.
Todas las culturas, así como los grandes místicos y fundadores de las grandes religiones, nos han enseñado la importancia y el valor de la oración para armonizarnos y comulgar con la divinidad.
Hay plegarias de agradecimiento, plegarias de intercesión, plegarias de petición, plegarias de alabanza, pero todas ellas llevan en común que para que sean realmente efectivas uno debe prepararse para “sintonizar” con esa escala elevada de vibraciones espirituales, debe ascender de alguna manera por esta escalera celestial y no es precisamente con el intelecto que se atraviesa este puente con la divinidad.
El primer paso que nos aconsejan es hacer una reflexión de si somos dignos de recibir esta comunión espiritual. La respuesta es un rotundo SI, siempre que mantengamos en mente una actitud de humildad y arrepentimiento sincero, en una palabra, necesitamos purificarnos para poder elevar nuestra consciencia y poder “hablar” el mismo idioma a la hora de armonizarnos espiritualmente.
Se recomienda buscar un lugar tranquilo, relajarse, respirar profunda y rítmicamente y sentir dentro de nosotros esa chispa espiritual que todos poseemos. Para ello es importantísimo desear con el corazón esa comunicación, pensar con sentido común y que la petición no sea egoísta y redunde en beneficio de todos.
Después de sentir una paz confortante, es la hora de seguir con nuestra vida y tener plena fe en Dios, y llevar siempre en mente que se haga su voluntad y nos muestre cómo captarla y diferenciarla de nuestros deseos mundanos.
Cualquier gracia que recibamos de la providencia divina, debemos siempre compartirla con los demás, sin necesidad que sea de forma material, ya que un abrazo, una sonrisa, un paseo, una conversación, una flor, tiempo para compartir, o cualquier acto que alegre, consuele, o demuestre afecto y amor, vale mucho más que todo el oro del mundo.
Así pues el poder de la Oración, parte de entrar en periodos de comunión espiritual diarios, pedir más por los demás que por nosotros mismos, hacer las cosas que más nos cuestan antes que las fáciles nos templan la voluntad y este temple sirve luego para canalizar de manera efectiva los dones que la Oración nos provee que suelen ser, Salud, Paz, Armonía y Amor. ¿Qué más se puede desear?
Para finalizar deseo compartir mi oración preferida, que es de San Francisco de Asís:
Señor:
¡Haz de mí un instrumento de tu PAZ!
Que donde haya Odio, yo ponga AMOR.
Que donde haya Ofensa, yo ponga PERDÓN.
Que donde haya Discordia, yo ponga UNIÓN.
Que donde haya Error, yo ponga VERDAD.
Que donde haya Duda, yo ponga FE.
Que donde haya Desaliento, yo ponga ESPERANZA.
Que donde haya Tinieblas, yo ponga LUZ.
Que donde haya Tristeza, yo ponga ALEGRÍA.
¡Oh Maestro!, no busco tanto el ser consolado, sino el CONSOLAR.
El ser comprendido, Sino el COMPRENDER.
El ser amado, sino AMAR.
Porque es olvidándose como uno se encuentra.
Es perdonando, como uno es perdonado.
Es dando, como uno recibe.
Es muriendo como uno resucita a la vida.
¡Un fuerte abrazo de Luz y Paz para todos y que Dios les bendiga a todos!.
Guillermo J. Recourt.